sábado, 26 de noviembre de 2011

Contra la selva



La primera vez que se topa con la selva misionera -allá hacia principios del siglo pasado-  fue de la mano de su amigo Lugones, con quien parte en una excursión a las ruinas jesuíticas en la que Horacio Quiroga oficia de fotógrafo documentalista. Dicen que el encantamiento que le produciría el encuentro fue el gran impulso que disparó toda su narrativa posterior. La idea del choque que pone en marcha un ejercicio creativo puede pensarse como una maniobra que sintetiza algunos modos de producción artística. Los Insolados (Hernán Morán, María Urtubey) recoge este modelo al montarse sobre los cuentos del autor y detenerse en el imaginario trazado por su cuentística, en donde unos cuantos personajes se resisten a la naturaleza salvaje que se les impone y buscan sin suerte escapar de un destino trágico que los embosca. En este caso, quedarse con algunos personajes y situaciones de la cuentística para desparramarlos en un relato que aumenta los datos para crecer y descubrir su unidad propia, es la táctica y estrategia de la elaboración dramática.
Lo mismo que en la vida cotidiana, el teatro también administra sus recursos, sólo que lo hace con arreglo a fines poético-económicos: ajusta los elementos sensibles y los concretos de la puesta en escena. Es así como durante la representación el espacio ficcional se resuelve a través de un dispositivo móvil, un artilugio con ruedas que el grupo (numeroso, por cierto) de actores va desplazando a medida que se suceden las escenas, fijando con el movimiento cada vez un nuevo punto de vista: verdaderos planos “vivientes”, pinturas dinámicas. Con esta política el territorio ya queda señalado: hacia adentro: los distintos cuartos de una casona vieja, con familia, sirvienta y huéspedes incluidos; hacia fuera: la provincia, la peonada, la geografía selvática y salvaje.  
Las historias nos son familiares. En la selección de los relatos se adivina una preferencia  por aquellos más populares. La muchacha anémica que aguanta el paso de la enfermedad que la va secando, narrada en El almohadón de plumas; la incertidumbre del tiempo que viene con la amenaza de volver idiotas a los hijos, que ocupa el relato de La gallina degollada. Es que parte de la experiencia de ver Los Insolados bien podría arrancar con el recuerdo de ciertos climas instalados por aquellas lecturas de iniciación que muchos descubrimos en la primera adolescencia. Casi como un mandato de las maestras de literatura de la escuela primaria, la cuentística de Horacio Quiroga nos dejó la pista ya instalada; pero por suerte la impresión sobre esas lecturas persiste y se hace germen de un imaginario que no se agota.          

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Los insolados - Crítica de Meche Martinez

¿Cuántas maneras habrá de narrar los cuentos de Horacio Quiroga? He visto muchas, pero la realización en formato teatral que hicieron Hernán Morán y María Urtubey, en una puesta escénica que se dio en llamar “Los Insolados”, fue creo hasta hoy, la mejor forma de plasmar esa exquisita literatura de tan excelso escritor.
Tres y más planos en el escenario, según la inventiva de los escenográfos (Sebastian Roses y Mariano Sivak), más luces ajustadas y estratégicas (Fernando Chacoma), además de un violín sublime en vivo, el de Juan Bisso, hace de esta apuesta un arte simbólico, apretado y agradable de ver y comprender, claro si uno se anima a ingresar al mundo de “Los insolados”.
Un elenco bien homogéneo (Andrés Passeri, Marcela Arza, Lola Borgia, Nacho Ciatti, Sebastián Suñe, Adriana Pregliasco, Rodrigo Guzay, Juan Manuel Zuluaga, Lía Bagnoli, Marcelo Martín), y bien dirigidos hicieron de las sutilezas, cimbronazos y de los cimbronazos, cálidos momentos con compás de espera, entre eternos pero necesarios silencios que abrazaron a una muy dulce dramaturgia (Hernán Moran), llena de sensaciones de principio a fin, a pesar de las metáforas y gracias a ellas.
Este hecho teatral plagado de sensaciones, es una propuesta muy interesante y es para ver y volver a ver. (Meche Martínez)



CINCO DE MORAN Y URTUBEY
¿Cómo fue la selección del material y cómo lo trabajaron?
Si bien hemos leído casi toda la obra de Quiroga, decidimos quedarnos con “El almohadón de pluma” y  ”La gallina degollada”, dos cuentos emblema pero, además, en los que el mismo Quiroga aparece claramente como protagonista. Elegidos los cuentos, y ya con las primeras escenas, lo que más nos ayudó a ordenarnos fue la novela “La vida Brava”, de Helena Corbellini una escritora uruguaya que tuvimos el placer de tener en el estreno. En su libro descubrimos tantas similitudes entre la vida y los relatos que nos dio rienda suelta para entrelazar sus cuentos.

¿Cómo fueron creados los personajes desde la dramaturgia?
En esta obra el proceso fue al revés, elegimos un grupo de actores con los que teníamos ganas de trabajar, comenzamos a entrenar sin tener aún la idea y no es fácil decirle a un actor “queremos hacer una obra que no sabemos cuál será pero queremos que vos estés en ella”. Así empezó el proceso. Después de seis meses aparecieron los personajes desde un trabajo mas físico y en la segunda etapa, ya con un texto. El desafío más importante a nivel dramatúrgico fue fusionar ambas historias y convertirlas en una.

La obra tiene una escenografía y un vestuario maravilloso, ¿cómo se construyó?
Casi toda la obra de Quiroga está situada en los montes tanto Chaqueños como Misioneros, por eso ubicamos la casa en medio de la selva y a principios del siglo pasado, esto nos condujo a consultar material no solo bibliográfico sino también fotográfico de la época, nos sirvió conocer la casa de Quiroga en Misiones y nos quedó como impronta mayor la necesidad de utilizar productos nobles y simples como la madera como objeto preponderante en la escenografía y el algodón en el vestuario.
El Vestuario lo trabajamos con Gustavo Alderete quien sumó su inmenso talento y el de su equipo y que no sólo interpretaron lo que queríamos sino que le dieron un realce maravilloso, trabajando cada detalle en el vestuario, digo cada detalle porque, por ejemplo, si bien hay personajes que no se desvisten en escena, todos llevan la ropa interior de la época, detalle que a los actores les permitió sumar en la construcción de los personajes.
En cuanto a la escenografía trabajamos con el ingenioso Sebastián Roses. Partimos de maquetas donde probamos todo tipo de ideas, telas pintadas en forma de árbol, capas de telas negras, hasta descubrir que lo más importante del monte no eran sus árboles sino su profunda y densa oscuridad. En cuanto a la casa y el árbol desde un comienzo estuvimos de acuerdo que fuera un estilo de casa particular de la época y creemos que ponerle ruedas fue un acierto porque nos permitió poder girar las escenas desde una puesta más cinematográfica que teatral. Durante todo el proceso utilizamos una escalera para simular el inmenso ombú, al final, los actores lo tenían tan incorporado que nos dimos cuenta que la puesta no necesitaba un árbol realista, además, hubo un dialogo con el resto de la escenografía (si el casco de estancia era una tarima con ruedas, el árbol perfectamente podía ser una escalera).

¿Trabajas mediante la diversidad de temáticas en tu obra? quiero decir que no hay un sello particular y creo que tu “estilo” puede ser ahondar en los lenguajes, ¿cómo te definirías como dramaturgo y director?(A Hernán Morán)
Creo que el estilo de un artista lo establece la trayectoria y son el público y la crítica los que determinan cual es. En lo personal si me reconozco demasiado en un trabajo trato de distanciarme porque quiere decir que sigo aferrado a algo anterior.
Lo único que tengo por seguro es que no me gusta repetirme, trabajo mucho para eso. Uno de mis primeros profesores de pintura sentenciaba que si un artista estaba cómodo repitiéndose debía dedicarse a hacer souvenirs.
Con María Urtubey hicimos una muy buena dupla, hace diez años que trabajamos como director y actriz por lo que compartimos muchos criterios, esta fue una experiencia de mucho crecimiento para ambos, de hecho estamos arrancando un nuevo proyecto co-dirigiendo también.

¿Nos dejan una frase de la obra para nuestros lectores?
Cuesta elegir una frase, pero creemos que lo que más define el modo de vivir de Quiroga y su obra es es que vivir frente al monte debe ser una provocación constante
HERNAN MORAN / MARÍA URTUBEY


miércoles, 2 de noviembre de 2011

Los Insolados - Crítica







Cuando la tragedia es un placer. Hernán Morán junto a María Urtubey dirigen esta obra en base a los cuentos del uruguayo Horacio Quiroga. Crítica de Tamara Nabel.





Una casa en de madera en medio de la selva misionera. La naturaleza implacable amenaza constantemente la vida de aquellos que deciden instalarse en el norte. Animales, calor, indiada… un contexto extraño para Alicia que antes de casada vivía en la ciudad.La historia es la de una familia sumida por la tragedia. Alicia, la esposa del dueño de casa, es víctima de una extraña enfermedad que le genera pesadillas y alucinaciones. Su muerte es inminente. Jordán intenta pelear con la certeza de perderla, pero mientras espera lo inevitable se embarca en jornadas interminables de trabajo. En este contexto Berta, la prima hermana de Alicia, acompañada por su marido, llegan para hacer una pequeña visita guiados por una corazonada. Finalmente estos se enteran que sus dos hijos menores contrajeron una misteriosa enfermedad que los dejará “estúpidos” al igual que los dos mayores. Los personajes secundarios, excluidos, sucios, y sumidos en la más patética miseria coronan una historia sin final feliz.

El elenco es numeroso y las interpretaciones sólidas y comprometidas. Se destacan sobre todo Lola Borgia, Adriana Pegliasco y Andrés Giardello (Quien hizo el reemplazo de Marcelo Martín) haciendo un trabajo impecable en su interpretación de Jordán.

La dirección, a cargo de Hernán Morán y María Urtubey, es la pieza maestra que permite ver esta bellísima creación en su forma final. Se nota sobre todo en la explotación del recurso escenográfico, en la cadencia de las escenas y en la integración de un violinista en vivo que genera un clima extraño, peligroso e incómodo recreando la sensación quiroguesca de vivir tan cerca de la naturaleza. 

El vestuario y la utilería están muy bien logrados, hay un visible trabajo de investigación a cerca de las costumbres de la época, y están cuidados los detalles hasta el punto de que el zorro que se caza pertenece a una raza que vive justamente en Misiones. Aplaudo la dedicación y el nivel de detalle en la puesta porque ayudan a la verosimilitud de una historia casi increíble de tan trágica.


 


Tamara Nabel
tamara (a) geoteatral.com.ar

miércoles, 26 de octubre de 2011

Ultimas cinco funciones de este año.

A partir del este sábado 29/10 retomamos nuestras funciones. Los esperamos, como siempre, a las 20hs. en el Teatro Beckett, Guardia Vieja 3556. Las reservas pueden realizarlas aquí mismo en el gadget de Alternativa Teatral. Los esperamos!

jueves, 20 de octubre de 2011

ATENCION!

Por causas de fuerza mayor el sábado 22/10 NO hay función, retomaremos las mismas a partir del 29/10

martes, 4 de octubre de 2011

También la luz es un abismo


Los insolados de Hernán Morán. Sobre textos de Horario Quiroga.
Dirigida por Hernán Morán y María Urtubey.


x Martín Villagarcía y Sol Echevarría


Los insolados de Hernán Morán es una obra acechada constantemente por el fantasma de Horacio Quiroga. Los cuentos del escritor uruguayo se evocan uno atrás del otro en la trama (“La gallina degollada”, “El almohadón de plumas”, principalmente, pero también “La insolación”, etc.), sin llegar nunca a ser relatados del todo. Funcionan más bien como inspiradores de una historia mayor, musas que susurran la inminente muerte de Alicia y sus secuelas en la vida familiar.

El punto de partida de la obra es la llegada del matrimonio conformado por Berta, prima de Alicia, y Mazzini al monte donde Jordán mantiene recluida a su mujer enferma, junto a su hermano menor y a los criados. La llegada de los forasteros provenientes de la ciudad instala la dicotomía que dicta los conflictos de la obra. El campo es el escenario del calor, de la enfermedad, la superstición, el salvajismo y la perversión, mientras que la ciudad (ya demasiado lejos del horizonte de los habitantes de la casa en la que transcurre la obra) es el espacio del confort, la salud, la ciencia, los buenos modales y la ética. Este fenómeno está reforzado por la instancia temporal en que se instala la obra, que es en la línea borrosa que divide el siglo XIX del XX, donde la modernidad y la vida casi colonial todavía conviven. Esto puede pensarse a partir de un personaje como el del hermano menor de Jordán, cuya forma de vida (la del escritor) tambalea entre la profesionalización y la bohemia.

Al mismo tiempo, el calor de Diciembre no permite la posibilidad de una resolución. Por el contrario, sustentado por la cruda desolación del paisaje, resulta tan opresivo que arrastra a todos a los delirios y al terror de la fiebre. Todo el tiempo, esos estados afiebrados se confunden con la muerte, en tanto el cuerpo se vuelve, cada vez más, cadáver.

Como en los cuentos de Quiroga, los personajes emergen del territorio, pero lo modifican, ambos se determinan mutuamente. Hay una experiencia límite del ambiente en el desterrado, que lo lleva a vivir una vida intensa -definida en el límite por el peligro de muerte- que es el producto del encuentro entre ambos. La zona de frontera no sólo una frontera entre dos países, sino una frontera entre dos mundos. Es una zona que definitivamente no es urbana, pero contiene elementos que provienen de la ciudad. En esta obra, junto con los nativos, están estos personajes que provienen de un escenario urbano.

En contraste, el escenario donde les toca vivir en la selva es rústico. Por ello la escenografía, si bien sencilla, es muy significativa. Se trata de una tarima construida con maderas que se desplaza de escena en escena, o incluso en la mitad de una. El resto del espacio está vacío, o poblado apenas por un banco y una escalera con ramas que hace de árbol. La tarima, entonces, ocupa un pequeño porcentaje de la escenografía y permite ver a través suyo y hacia los costados, según donde se la ubique. También, al rotar, deja que lo que sucede arriba sea percibido desde distintos ángulos. Esta estructura enfatiza la precariedad y falta de intimidad en el ambiente de la selva, así como evidencia el artificio de la puesta teatral, que carece de intentos realistas.

Otro de los elementos que modifica la percepción de los sucesos dentro de cada escena es la musicalización, a cargo de Juan Bisso, quien toca el violín en vivo. La música aparece como leit motiv en los momentos de locura de una de las protagonistas femeninas. Estos episodios son acompañados también por un cambio de iluminación que, al acentuar las sombras y generar focos de luz, crea un efecto dramático.

Acá se ve también cómo el pasado sigue rigiendo a los personajes, que nunca consiguen dejarlo atrás del todo. Pero la región, tal como está planteada es un lugar de fracaso de la cual no hay salida o sí, pero es la muerte. Porque cuando la geografía se les impone, los conduce hacia ese último límite, definitivo.

En Los insolados, Hernán Morán vuelve sobre algunos de los temas que guían su poética; por ejemplo la recurrencia a espacios no-urbanos, alejados de la velocidad del presente e instalados en la lejanía del interior, o también la insistencia sobre personajes privados de algún sentido, dos elementos que pudieron verse también su obra anterior,Urdinarrain.




Link

sábado, 1 de octubre de 2011

Comentario - Silvina Gruppo



Los insolados resuelve un interrogante: ¿se puede ser fiel y audaz al mismo tiempo? En la obra están presentes tanto Quiroga como sus cuentos, su clima, los mosquitos, esa opresión en el pecho, la pobreza exuberante y la crueldad. Pero quien haya leído no va a encontrarse con una simple puesta en escena de los cuentos, sino que acá las historias se tejen entre sí para formar una trama distinta, una red de conexiones sugerentes que, de ahora en más, parece ineludible.


Sin falsearlos, se retoman los cuentos de amor, de locura y de muerte, es cierto, aunque desde una perspectiva que los cuentos nunca habían narrado. Morán, Urtubey y su elenco abren una hendija para que el espectador pueda espiar un tiempo previo a lo que pasó en algún cuento, a lo que va a pasar después de otro o, mejor, a lo que podría haber pasado en el cruce imposible de las historias. Llenan su apuesta de voz, de cuerpo y hasta de un silencio que, paradójicamente, logra frondosas descripciones.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Comentario - Submundo Estudios




LOS INSOLADOS de Hernán Morán (primer habitante de Sub-circa2003) es una obra montada no tanto sobre los cuentos de Horacio Quiroga como en el imaginario que este construyó a través de su literatura. Ese es el mérito y también su cruz, porque todos entramos a la representación con elementos propios que queremos ver validados en escena. las actuaciones son muy buenas, la escenografía es poética, el texto tiene una base segura de vocabulario y conflicto, inherente al escritor y también anecdotario reconocible de la vida de Quiroga (tomando cómo puente el libro "La vida brava" de Helena Corbellini) Finalmente LOS INSOLADOS recrea la tensión y el paisaje, no sé resuelve dramáticamente cómo uno espera, pero bien visto también es un mérito y un buen homenaje. 


Alejandro Díaz B 



Submundo Estudios

jueves, 22 de septiembre de 2011

Comentario - Criticunder

Este estreno de Hernán Morán nos acerca al mundo de Horacio Quiroga. Mediante la adaptación de  dos de sus más populares cuentos, “El almohadón de plumas” y “La gallina degollada”, ambas historias se vinculan  en un trabajo de compleja producción y dinámico montaje.


Situada en Misiones a principios del siglo pasado, el elenco se zambulle en la tragedia  y lo lúgubre de un universo de enfermedad, relaciones familiares desesperanzadas, agobio potenciado por el clima opresivo, y tensión y crispamiento por las distintas circunstancias que los aquejan.

Berta (Adriana Pregliasco) y Mazzini (Sebastián Suñé) hacen un viaje que es una excusa para escapar de dos de sus hijos, condenados por la naturaleza, y del certero presentimiento de que los dos restantes, los mellizos, que llevan dieciocho meses de vida normal, seguirán el mismo recorrido que los dos anteriores. Visitan a la prima de Berta, Alicia (Marcela Arza), que padece una enfermedad cerebral que le provoca delirios, por momentos escenificados por los actores, haciendo al espectador entrar y salir de la cabeza de la pobre y agonizante joven. Su marido Jordán (Marcelo Martín), a cargo de la estancia, intenta resignado que sus tierras den sus frutos, lo que cual no consigue y esto es metáfora de lo inhóspito del ambiente y las relaciones. Fue él quién había decidido llevar a Alicia al aislamiento en esa casa, al cuidado de la fiel Isolda (Lola Borgia), donde también vive de prestado el hermano de Jordán, Esteban (Nacho Ciatti), que subsiste inmerso en una realidad de alcohol y poesía, perdido en su amor por Alicia.

Otro ser que habita esta obra es el hermano de Isolda, Octavio, un jovencito con conductas animalezcas interpretado con arrojo y frescura por Andrés Passeri.

Un personaje que trae mundo exterior es una jóven, Lidia (Lía Bagnoli), que ansía subir un escalón en la sociedad, presionando a Esteban para transformar el vínculo nocturno en diurno, e ingresar a la familia.

Todo está dado como para que la tragedia se desarrolle, y así sucede. Una propuesta arriesgada, tanto por la intensidad de actuación que requiere para que el espectador entre en ese mundo, como por la decisión de recrear la época desde lo estético. El vestuario está bien logrado (Gustavo Alderete y Natalia González para la Polillla Vestuario). Han sido exhaustivos en la investigación y el detalle, gran pilar en la verosimilitud del trabajo.

La casa está montada sobre una plataforma (pequeña en relación a todo lo que sucede en ella, lo cual acentúa el hacinamiento) que al poseer movilidad, es girada por los peones de la estancia (Rodrigo Guzay y Juan Manuel Zuluaga), aportando dinamismo a la puesta en escena, y permitiendo variar el punto de vista sobre los distintos ambientes y personajes que la habitan.

Una buena opción recién salida del horno para adentrarse en los truculentos laberintos quirogueanos.




Criticunder - Los Insolados

Comentario - Detodoslosdias


Hermosa noche de Sábado para ser empezada en el teatro Beckett, en Guardia Vieja 3556.


La excusa, el estreno de Los insolados, de Hernán Morán.
Fue una obra extraña, como si hubiese encontrado algo sin leer de la pluma de mi admirado Horacio Quiroga.


La historia transcurre en Misiones o cernanías…en la proximidad del monte, cerca de un río. Entre sus protagonistas estaban Alicia y Jordán de ‘El almohadón de plumas’, Berta y Mazzini de ‘La gallina degollada’ y algún otro de otros cuentos que hoy no tengo en mente.
Además de su obra, a Leopoldo Lugones siempre le agradecí haberse llevado al señor Quiroga como fotógrafo…siempre sentí que ese viaje provocó lo mejor de su narrativa.
La muerte nunca le perdió el paso, y eso suelo sentir al leer sus obras…la muerte es siempre un ingrediente necesario…como la vida.


Hernán Morán logró transmitirle esa misma tinta a su obra.
Jordán vendió todas sus propiedades y se instaló en el monte con su esposa y cuñado. Pronto Alicia empezó a sentir los síntomas de raras enfermedades que producen fiebre y alucinaciones. Isolda, una mestiza que vive en la casa es quien la alivia, sabiéndose pagando el pasaje al cielo con sus acciones.


Berta y Mazzini, alertados por un presentimiento de Berta, prima de Alicia, llegan a la casa para acompañar a Jordán en sus penurias. En Posadas han dejado a sus hijos mayores, enfermos también de fiebres, y a los pequeños mellizos de 18 meses, sanos aún.


La dirección de la pieza es impecable, lograron transmitir el ritmo cansino, agoviante, que provoca el calor a la hora de la siesta. Todo en ese ámbito transita a ese ritmo y se me contagió. Impecable, claro e inequívoco el cambio de realidad a pesadilla. Colores en las luces, quizás sombras, y todos sabíamos donde estaban.
La superstición y el respeto por la naturaleza como contexto nos deja parados frente a una bella puesta de una bella obra…que espero es asomen a ver al, bello también, teatro Becket.
Apartado especial para la música: un violín ejecutado magistralmente durante toda la obra…muy aplaudido (merecidamente) en el final.
María, revisando libros…quiero volver a leer Cuentos de la selva!!



Detodoslosdias

lunes, 15 de agosto de 2011

Cuentos de amor de locura





El punto de partida de Los Insolados fue recrear el universo adulto ‘Quirogueano’, donde la tragedia es parte del paisaje, y la naturaleza, quien siempre manda, tiene un diálogo constante y explícito con el hombre, al cual siempre le recuerda que es parte de ella como el resto de los animales. Para esto decidimos tomar personajes de distintos cuentos de Horacio Quiroga y reunirlos en un mismo texto dramático. Tomamos como ejes principales “El almohadón de pluma” y “La gallina degollada”. La acción transcurre en una estancia, en algún rincón apartado de la Mesopotamia, en el año 1905, donde cada uno de los personajes irá desentrañando no sólo sus conflictos personales sino también su trágico destino.
Cuando comenzamos a caminar el mundo fantástico de Quiroga, todos inevitablemente nos remitimos a recuerdos de nuestra más profunda infancia, quién no ha leído un cuento de este escritor uruguayo en algún libro de la escuela?. Ahondando más y más en su bibliografía fuimos comprendiendo que estos cuentos, muchas veces narrados para niños, ocultaban los hitos más dramáticos de la propia vida de Quiroga.