martes, 5 de junio de 2012

Críticas en pantuflas

Pantuflas: 4 de 5


Otras obras que me gustaron de Hernan Morán: Urdinarraín.

En la primaria cada vez que me tocaba una región geográfica me daban “Mesopotamia”, como quedaba en grupos de vagos terminaba haciendo el laburo yo solo. Después mi viejo se fue a vivir a Corrientes y acrecentó la sensación de abandono, opresión y pasiones enfermizas que el litoral sería para mí, y de repente Quiroga. El sistema educativo colabora por accidente, es así como llegan a mi los cuentos de amor de locura y de muerte de Horacio Quiroga, yo, pequeño lector fanático de Edgar Allan Poe pude palpar toda esa desesperación, esa catalepsia narrativa que te deja como muerto para levantarte de un espasmo y volver oscuro un día de sol, todo eso pero ahora entre siestas y olores de mi odiado litoral. Quiroga no era un Poe autóctono, no, él fue mi primer veneno literario y en él muero feliz, suicidado como su hija, su hijo, su esposa y él mismo.

Los Insolados es una puesta teñida con la sangre de este autor uruguayo pero sin reposarse enteramente en su literatura, es un trabajo con identidad propia donde uno puede reconocer personajes de los cuentos, pero si nunca los leyó igual vivirá esa angustia y felicidad amarga que el escritor maneja con maestría en cada cuento.

La selva, el monte, como prisión al aire libre inicia esta historia que tiene el ritmo de un vals donde oscilamos de mano en mano con distintas parejas. Las hay hipócritas, las hay libidinosas, las hay más lujuriosas y las hay pálidas, huesudas, pero clementes, como Isolda. La muerte reposa en la cara de cada ser que vemos en escena, y las pasiones brotan de sus labios, algunos las escupen, otros las lamen y mas de uno las calla.

Con una escenografía que nos traslada y se traslada, con luces que narran, con la disposición de los actores en torno a cada protagonista creando ambientes y mundos donde la palabra, o la letra escrita, es muda pero no tácita, el director Hernán Morán hace del lenguaje de Quiroga una sensación ambiental que parte de los ojos de cada uno de los actores y se mete en tu espina, en tu sangre, hasta acariciarte y con el apagón final cerrar tus ojos como los muertos de cada historia que atraviesa la escena.
Resuelta sin ser una replica de los cuentos, esta obra cuenta no solo con una disección interesantísima de la obra sino también con actores que ahora cada vez que yo relea alguna de las piezas, serán ellos quienes la actúen en mi mente. Sinérgicos y con un timing muy preciso se los ve en escena fluidos y conectados, ninguno pisa al otro, ni en letra ni en energía, hasta el aplauso final (gigante y merecido) uno puede creer que están todos fagocitados por ese monte que no sería tan asesino ni tan carcelero si no tuviese el peor animal que lo puede habitar: el humano.

El violín que acompaña es una elección acertada y dulcemente perturbadora. El domingo como marco de la salida invita a dejarse llevar por este río de calamidades, de enfermedades, de pasiones horribles en nombre del asqueroso y asqueado amor. Los Insolados no es una obra de teatro, es la sensación de ternura, de asfixia, de amor de locura y de muerte que se siente al leer a Quiroga. 
Lucas.

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